Nos gustaría ser eternos, vivir para siempre, que todo durara eternamente, por eso regalamos siempres, infinitos y demás palabras o símbolos que representan una larga duración en el tiempo. De lo que no nos damos cuenta, o no nos la queremos dar es que nada es eterno, es imposible. El ser humano se consume poco a poco, así como se consume la fama, el dinero y el amor. Nos esforzamos tanto en hacer que todo dure el mayor tiempo posible que nos olvidamos de disfrutar al máximo cada momento que se nos ha regalado, y que nunca sabemos cuándo va a acabar.
Mi madre de pequeña, cuando algún juguete se me rompía y yo estaba triste me decía algo así como 'no llores, si se ha roto es porque lo has usado, has disfrutado jugando con él y es normal que se rompa, nada se puede conservar para siempre'.
Esa reflexión yo la traslado a mi yo de hoy en día, al yo que tiene 17 años, que ve como las parejas se rompen, como el amor se acaba, como los amigos se van, y como los recuerdos se olvidan. Nada dura para siempre, tristemente pasa, y como pasa, y es algo desgraciadamente normal ¿por qué nos esforzamos en lamentarnos, en llorar o en intentar olvidar aquello que consideramos un error?, ¿no sería mejor dar las gracias por aquello que fue, sonreír por los buenos momentos que se nos regalaron y dar gracias por aquello que consideramos un error? Porque de los errores se aprende, así como aprendemos de las experiencias, cojamos lo bueno de todo, aprendamos y mejoremos, porque si nos pasamos la vida lamentándonos de aquello que terminó, que ya pasó, o que no debería haber empezado nunca podremos lograr ser felices.
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